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¡Y TODAVÍA NO APRENDEMOS!

La Hora

30 de mayo de 2012

Sí, todavía la especie humana no aprende a comportarse como tal, todavía hay matanzas, hay muertes, hay dolor y desolación; todas cosas que pudieron evitarse y que la mayor parte de las veces se deben a la vanidad de algunos, a la necedad de eternizarse en el poder, sin mirar a quien se aplasta o quienes resultan perjudicados.

 

Este comentario tiene su fuente en la terrible masacre ocurrida en Siria, por el régimen de Bachar el Asad, que no parece conmoverse ante las múltiples condenas y reclamos realizados por la comunidad internacional, ni tampoco ante el clamor de su propio pueblo, al que gobierna con mano de hierro, sin importarle lo que piensan y lo que están sufriendo.

 

Durante los últimos días, decenas de personas, entre las que se cuentan algunos niños, fueron masacradas. El Papa, los gobiernos europeos, el secretario general de la ONU, los gobiernos de muchos países, han expresado su repudio ante las masacres.

 

Pero al margen de lo que específicamente ocurre en Siria, también debemos recordar que desde tiempos inmemoriales "el hombre ha sido lobo del hombre", las guerras son un testimonio de aquello, las matanzas étnicas, la "limpiezas" que han pretendido hacer algunos, han estado presentes desde muchos siglos atrás. Por ello, no podemos dejar de denunciar hechos como los ocurridos, sintiendo que pese a que nos encontramos en pleno siglo XXI, a que hemos bautizado a esta etapa como la del conocimiento, seguimos siendo tan espantosamente proclives a la comisión de delitos considerados de lesa humanidad.

 

Esa carrera armamentista en la que todos o casi todos los gobiernos aparecen inmersos en nuestro continente, es un tema de preocupación constante, es como tentar a la suerte una y mil veces, ahora con todo el poder destructor y mortífero que tienen las armas y con la multiplicación de escenarios conflictivos.

 

Ojalá el buen sentido sea algo que predomine entre quienes están al frente de los gobiernos, se acaben las masacre y pensemos inmediatamente que el destino de la especie humana, no es devorarnos unos a otros.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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