VIACRUCIS ESTUDIANTIL
El Tiempo
6 de febrero de 2012
Todos estamos de acuerdo en mejorar la calidad de la educación, y la de la educación universitaria en particular. Sobre eso no hay dudas. También es cierto que se hace necesaria una evaluación de las universidades, lo que impulsa a mejorarlas, no con el ánimo de cerrarlas, sino para que cumplan exigencias que son indispensables para un mejor rendimiento de los estudiantes y para que tengamos los profesionales que el Ecuador requiere.
Sin embargo, a la hora de la hora, las preocupaciones de estudiantes y padres de familia se hacen presentes, cuando, sabemos que hay determinados cupos en las facultades de las universidades públicas, y que si no se consigue entrar en esos cupos, ciertamente limitados y reducidos, el futuro de los jóvenes aparece como incierto.
Si por ejemplo, para estudiar o matricularse en el primer año de medicina de la Universidad Central del Ecuador, hay apenas 200 cupos y son tres mil las solicitudes; que harán los 2.800 jóvenes, hombres y mujeres, que se quedan con el deseo de ingresar? Habrá alternativas en otras universidades? Qué pasa si se cierran las universidades evaluadas con E?. Se dice que hay alrededor de 50.000 estudiantes en esas universidades, estudiantes que están ante una espera dolorosa respecto a su futuro y al de las universidades en las que cursan estudios.
Están las universidades públicas preparadas para recibir esa avalancha de estudiantes? Y no nos referimos solo a la infraestructura física, que es importante, sino sobre todo al número de docentes, al personal administrativo, a los presupuestos para que los centros de educación superior, salgan adelante y enfrenten los retos de una educación globalizada, pero también preocupada de lo local, de la especialización y hasta de la super especialización.
La problemática está planteada, y si bien las frías estadísticas conmueven, más lo hacen los casos particulares, la individualización del drama que cada caso plantea, de entusiastas jóvenes a quienes se les ha vendido la idea real de que sin educación no hay futuro, de que hay que optar por la educación universitaria, y que ahora ven frustradas sus esperanzas.
Las autoridades de educación tienen la palabra, a ellas les corresponde el encontrar las soluciones.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.