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ROSALÍA ARTEAGA SERRANO

 

Hay quienes piensan que se debe enseñar valores dentro de un horario marcado, colocar una asignatura dentro de un currículo y destinarle un tiempo determinado.

 

Qué equivocados están!, Cómo decir que hay horarios para ser buenos y otros para ser malos, cómo que uno puede despreocuparse de temas como el respeto a la vida, como el no robar, como el ser solidarios y prevenir acciones sobre esas acciones como quien cumple una tarea específica y luego la olvida.

 

Ese encasillamiento es probablemente uno de los más grandes errores de una educación tradicional, de una que privilegia las notas a las actitudes ante la vida, la teoría a una práctica que hace parte de un ser interior.

 

En el tema de los valores, más que en ningún otro campo, existe una necesidad vital de predicar con el ejemplo, de lo contrario esa prédica se transforma en un cascarón vacío de contenido y más bien incita a quebrantar aquello que aparece como norma.

 

Se hace indispensable que la práctica vaya a la par con los decires, esto es aún más evidente en quienes fungen de autoridades, en maestros y en padres, que terminan agotados dando órdenes y estableciendo normas, pero que, a la hora de la verdad, son los primeros en quebrarlas.

 

VALORES, SIN PAUSA

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