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VACUNA CONTRA LA LECTURA

El Tiempo

14 de febrero de 2012

 

La semana pasada tuve la suerte de ser invitada para dar una conferencia sobre Cómo formar hijos lectores? en un importante colegio de Quito, a ella, para mi sorpresa, acudieron no solamente padres de familia, como era mi inicial suposición, sino también los maestros y una buena cantidad de estudiantes, en su mayor parte adolescentes.

 

La verdad es que hablar para un público tan heterogéneo es complejo, lo que cae bien a un sector, puede no ser bien recibido por el otro, y así, la reunión pudo haberse convertido en un fiasco.

 

Lo que pude aquilatar en seguida, es que había interés por la temática, así es que decidí enfrentarla con la larga experiencia como maestra y madre me va dejando la vida.

 

Así, no tuve el menor empacho en advertir que generalmente son los profesores de literatura los que suelen causar fobias a la lectura, y probablemente "vacunan" a los chicos en contra de ella; el secreto para este desastre es la obligatoriedad de leer libros aburridos, no adecuados para la edad, sin darse cuenta de la terrible "competencia" que significan los medios audiovisuales en un mundo que ya no puede prescindir de ellos, aunque nos resistamos. Otra segura vacuna la constituye, el castigo que se suele imponer a los jóvenes, ubicando como sitio de castigo, la biblioteca. Y como sabemos nadie ama el castigo.

 

Tampoco incita a la lectura el que padres y maestros obliguen a sus hijos a leer, pero sus hijos o sus alumnos jamás les ven con un libro entre las manos, no ven ese amor por los libros que predican, y no lo ven porque tampoco los adultos se caracterizan por su afección por la lectura.

 

La lectura tiene que enfrentarse como un tema lúdico, más que de aprendizaje. La introducción a un hábito que queremos que se enraíce en los más jóvenes, tiene que venir de la mano de la distracción. La gente, y especialmente los jóvenes, chicos y chicas, tiene que sentir que leer es distraído, que se divierten.

 

Por supuesto que al leer se aprende, se mejora la ortografía, se conoce el mundo, se deja volar y se ejercita la imaginación, se adquieren un sin fin de conocimientos que seguramente nos serán necesarios, no solamente en las aulas de clase sino en la vida. Pero eso vendrá después, ya habrá tiempo para que los jóvenes, enamorados de la lectura, con hábitos fuertes, se dejen absorber por desusos libros, por grande volúmenes, por los clásicos.

 

Por lo pronto, impidamos que nuestros hijos sean inoculados o vacunados con el odio o el temor a la lectura. Con eso, ya tenemos un buen comienzo para conseguir jóvenes lectores.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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