TIEMPO DE PAZ
El Tiempo
24 de diciembre de 2012
Cuando escribo estas líneas, acabamos de pasar las festividades de la Navidad, aquellas que nos remontan a un evento ocurrido hace más de dos mil años, cuando un niño nace en un portal para traer un mensaje de perdón, de paz, de confraternidad.
Ese mensaje ha perdurado a través de los siglos y de las geografías, pero dista mucho de hacerse una realidad, parecería que si bien las guerras entre países son ahora menos frecuentes, los problemas al interior de cada uno de ellos se agudizan. Las tristes noticias de asesinatos a mansalva, de crímenes que se cometen solamente porque un arma se ha deslizado en sus manos, y que se hacen presentes, no solo en países como los Estados Unidos, en los que la prensa libre da cuenta inmediata de lo que ocurre, sino también en geografías como la China, y en regiones más cercanas, en países hermanos, donde la violencia es algo que se vuelve cuotidiano, y no me refiero tan solo a la atribulada Colombia, sobre la que ya mucho se ha escrito, así como a la especie de guerra interna que soporta desde mucho tiempo atrás, sino también a otros países en donde el crimen y la violencia han ido ganando terreno de forma muy rápida: México, Venezuela, Brasil. Si, también el sonriente país del sur, el país del carnaval, en el que parecería que la fiesta es permanente y cuya economía vibrante da pasos firmes en el conjunto de las grandes naciones del orbe, en donde ciudades como Río de Janeiro y San Paulo, registran índices de criminalidad verdaderamente increíbles.
Pero, siempre, al final del año, con motivo de las festividades que la Navidad trae a buena parte del mundo occidental, así como la finalización de un ciclo al que llamamos año, es necesario reflexionar, analizar lo que de bueno nos ha traído la vida, superar los errores, las carencias, los desamores y enfrentar con optimismo ese futuro cercano que ya está en nuestras manos.
Por ello hemos titulado a este artículo, tiempos de paz, porque más allá del mensaje y de los deseos, debe venir un accionar que sea conducente hacia ellos, una conducta individual y colectiva que nos ayude a consolidarla, dejando de lado las violencias verbales y las físicas, que a nadie le hacen bien, y pensando en la necesidad de construir un entorno que no solamente es saludable para los otros, lo es primariamente para nosotros mismos.
¡Felicidadades para todos los lectores y amigos que cada semana nos acompañan con la lectura de estas líneas!
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.