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ÉTICA Y POLÍTICA

La Hora

Enero-2016

 

Al margen de cualquier participación política, de cualquier visión partidista, considero que la ética es un concepto y una actitud y forma de vida que debería ser parte consustancial de la actuación política, porque si lo que se persigue con el ejercicio de un cargo público, con la representatividad de un pueblo, grande o pequeño, es el bien común, el apego a un comportamiento ético debería desprenderse de la actuación de quienes ejercen los cargos o las representaciones.

 

Sin embargo de ello, no hay un solo día en el que no estalle un escándalo en algún lugar del planeta y también aquí en nuestra América Latina y nuestro país, sobre el involucramiento de altos, medianos y bajos funcionarios públicos en actos de corrupción, transformándose em una especie de "pan de todos los días", lo que nos deja una tremenda decepción y un sabor de angustia que no conseguimos eliminar.

 

Así, vemos que en torno a los gobernantes de turno de los países, se tejen redes de corrupción, se ve como, con una sinvergüencería sin límites, se detentan riquezas, se cambia de la noche a la mañana de estilo de vida, se hace gala de lujos sin límite, se despilfarran los recursos del estado sin la menor mesura, se compite en ver quien tiene el carro último modelo o vive en la urbanización de lujo, sin el menor pudor.

 

Hace unos pocos días saltó un escándalo de magnitud en el hermano país de Brasil, un país enorme y con grandes riquezas, pero también caracterizado por grandes asimetrías, donde los sin tierra hacen plantones de meses frente a las casas de gobierno, donde el crimen y la miseria conviven en las fabelas, y se apunta con el escándalo a los más altos dignatarios de un partido que se dice es de los trabajadores.

 

Sin valores éticos, sin moral, sin aquellos frenos que impone el convivir ciudadano y el saber que no podemos beneficiarnos de los fondos públicos, hasta las economías más boyantes van a hacer agua en algún momento, pero más allá de estas consideraciones, pensemos en el daño que se hace a los más jóvenes, incluso a los niños, en quienes el mál ejemplo va a incidir más que cualquier teoría que se pueda impartir. 

 

Es necesario apelar a la conciencia, a la entereza, al manejo pulcro, por parte de los funcionarios públicos, si queremos conservar la república como un sistema en el que queremos vivir. El mayor cáncer para las democracias es la corrupción.

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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