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Solidaridad y redes sociales

La Hora

22 de febrero de 2012

 

Hay diferentes formas de demostrar la solidaridad con los amigos en los momentos difíciles, de los que ninguno de nosotros estamos excentos, y también solidaridad con quienes no conocemos o conocemos poco, simplemente porque sentimos que hay que extender esa mano, expresar con palabras nuestros afectos, tratar de hacer algo por aliviar el dolor o encontrar una solución. En este sentido, la situación vivida por dos familias de Quito, frente a la desaparición de sus hijas, felizmente ya encontradas, no podía menos que conmover a miles de otros ecuatorianos, muchos también padres de familia o jóvenes que sentían la preocupación por lo que ocurría con chicas de apenas 15 años, alejadas de su hogar, por circunstancias que no nos compete investigar. 

 

La prensa recogió de inmediato las inquietudes que, como un inmenso río, empezaron a circular por el internet, a través de las redes sociales, y se hizo eco, en la mayor parte de las ocasiones, con sincero sobresalto y deseos de ayudar, de lo que ya constituía el primer caso de desaparición inmediatamente comunicado a través de las redes sociales, facebook y twitter fundamentalmente, que se iba reportando paso a paso por familiares y amigos, con el afán de encontrar una salida a la situación difícil y dolorosa.

 

Ese alud de mensajes, la mayor parte de ellos bien intencionados, sirvió indudablemente para alertar a la ciudadanía sobre la fragilidad en la que a veces descansa nuestra felicidad, sobre lo comunes que son las situaciones dolorosas y cómo es necesario hacer gala de mucha valentía y fortaleza espiritual para enfrentarlas.

 

Por supuesto que a través de las redes se filtra todo, pero en el caso en mención, las dificultades que se soportaron, se hicieron más llevaderas, estoy segura de ello, gracias al afecto, aprecio, solidaridad, demostrada en los  momentos culminantes, cuando cualquier noticia es apreciada, cuando todos los esfuerzos parecen insuficientes para encontrar la solución al conflicto.

 

Ahora, cuando ya los días han pasado y se tuvo una solución feliz: el reencuentro de las hijas con sus padres; seguramente ellos, todos, estarán meditando en la importancia de sentir el calor de otros seres humanos, aún en la distancia, el valor de lo que significan las relaciones familiares y también la de la familia extendida, que son los amigos y conocidos. Habrá por supuesto que reflexionar en cuán útiles son las comunicaciones, la libertad de expresión, la capacidad de decir lo que sentimos, y cuánta ayuda se puede prestar, tanto en los casos multitudinarios como los registrados por las explosiones de la Primavera Árabe o de los Indignados en las ciudades europeas, o los esfuerzos por rescatar a dos jóvenes quinceañeras de situaciones delicadas y peligrosas.

 

Mi solidaridad con las dos familias y especialmente con Milton Castillo y su familia. 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

 

 

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