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ROSALÍA ARTEAGA SERRANO

 

En las últimas semanas, se ha venido tratando por parte del Ejecutivo y de la Asamblea Legislativa, la denominada Proforma del Presupuesto del Estado para el año 2.019, lo que reviste unas dosis generalizadas de incertidumbre por la variación del precio del barril del petróleo que ha sufrido vaivenes y que en los últimos días ha tenido una fuerte inclinación a la baja, lo que podría desestabilizar las previsiones para el próximo año.

 

Por otro lado, sabemos que el endeudamiento agresivo del gobierno anterior, en lo que hemos dado en denominar "la década perdida", así como el desempeño financiero de este último año, nos dejan un hueco enorme muy difícil de llenar, ya que las fuentes de crédito no son abundantes y los intereses fijados para una economía que no aparece con cifras halagüeñas son dramáticamente altos.

 

El aparato estatal engordó tanto, que es difícil bajarlo de un plumazo por las repercusiones sociales que aquello puede tener, pero deben tomarse medidas que establezcan una cierta tranquilidad dentro de esos indicadores económicos.

 

Algo que debemos recordar es que los presupuestos de educación y de salud deben ser sagrados, recortarlos significa hipotecar el futuro de una nación. Por supuesto que hay que exigir rendición de cuentas y que los recursos se inviertan de una manera transparente y planificada, de tal manera que se administren como una verdadera inversión que debe arrojar frutos.

 

Los recortes deben venir por el lado de los lujos en los que incurrió el gobierno anterior, por racionalizar la burocracia, por darle guerra a la corrupción, pero también deben activarse los mecanismos a través de los cuales se recuperen los dineros robados por personajes siniestros, lo que a la vez que incorpora estos recursos, desestimula el accionar de futuros delincuentes.

PROFORMAS Y RECORTES

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