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ROSALÍA ARTEAGA SERRANO

 

Por décima ocasión, Fundación para la Integración y Desarrollo de América Latina (FIDAL), realiza la premiación de los mejores maestros de Ecuador y también de Iberoamérica.

 

El objetivo es doble, y tiene que ver con mejorar la calidad de la educación, pero también mejorar el autoestima de los maestros, frecuentemente vapuleados por los malos salarios, por el poco reconocimiento de su labor, por la minusvaloración de su trabajo.

 

Por ello, remontando una serie de dificultades, sabiéndose que las jornadas pueden ser extenuantes, robándole tiempo al sueño, muchos maestros del continente y particularmente de nuestro país, se deciden a participar en esta evaluación voluntaria, en la que se expresan sus aspiraciones, pero sobre todo sus logros con sus alumnos en las aulas de clase.

 

Encontramos en los maestros, mucha pasión por lo que hacen, una enorme dosis de creatividad para experimentar formas nuevas de enseñar, para encontrar las tecnologías, los métodos adecuados no solamente para transmitir sus conocimientos sino para desarrollar en sus alumnos la práctica de valores, los hábitos de estudio, la curiosidad, la inventiva, las ganas de ir más allá, para ser ciudadanos propositivos, proactivos, valientes enfrentadores de retos.

 

Cada año que pasa, la tarea se vuelve más difícil para los miembros de los diversos jurados constituidos: nacional, especial, internacional, así como para los evaluadores que hacen las visitas in situ a los lugares en los que trabajan los maestros, ya que la calidad de muchos de los proyectos, refleja aquello que queremos estimular, la excelencia.

 

Promover el concurso se ha transformado en una tarea prioritaria para FIDAL, motivar para que se dejen de lado los temores, para que se tome la disyuntiva de arriesgarse a presentar lo que se hace en cada una de sus aulas escolares, pero estamos

PREMIAR LA EXCELENCIA

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