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LA PAZ Y EL DESARROLLO

El Tiempo

3 de diciembre de 2012

 

La Unesco, en una de sus múltiples iniciativas, consagró en la primera semana de octubre un día dedicado a la paz y el desarrollo, cosa que nos parece digna de comentarse, así hayan pasado ya algunos días de tal declaratoria.

 

Hay quienes sienten que aquello que se posee deja de ser importante, sobre todo porque nos habituamos a ello, a tenerlo, a entrar en la rutina de la posesión, sin pensar de donde viene y como nos afectaría su carencia, su falta. Así, ocurre con varios elementos vitales, entre los que podemos mencionar al aire, al agua, pero también cabe incluir en esta extraordinaria lista, al amor, a la ternura, a la compañía.

 

Solo se les echa en falta, cuando desaparecen, como cuando nos secamos por la sed, o nos falta el aire para respirar, o el agua y el aire están contaminados, por ejemplo, o cuando se muere un amor, nos sentimos huérfanos de ternuras o en absoluta soledad no buscada.

 

Y me he embarcado en estas disquisiciones, porque cuando nos referimos a la paz ocurre algo parecido; los pueblos y las personas que disfrutan de esa bendición, de la paz, de la tranquilidad, solo caen en cuenta de lo importante que es, cuando estalla una guerra, cuando perdemos la calma.

 

Pero, además, unir los conceptos de paz y desarrollo y mezclarlos con la ciencia, con lo que ésta aporta para la calidad de vida de los seres humanos, tiene una trascendencia y una relevancia enormes.

 

A pesar de que, transitoriamente, ciertos países, imperios, han basado su desarrollo en la guerra, sabemos, y esto nos lo dice incluso el sentido común, que la guerra deja devastación, muerte, su ausencia en cambio nos convoca a las cosas positivas, a desarrollarnos como seres humanos  y como civilizaciones.

 

De ahí el celebrar la importancia que que exista un día destinado a reflexionar sobre la Paz y el Desarrollo, y estamos satisfechos de que la iniciativa haya llegado por parte de la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura en el mundo.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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