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NUEVO PATRIMONIO

El Tiempo

10 de diciembre de 2012

 

Con relativa frecuencia, los eventos culturales generan noticias positivas, son portadores de buenas nuevas, y eso es lo que ocurre con la reciente decisión de la UNESCO, de declarar patrimonio cultural inmaterial de la humanidad al sombrero de paja toquilla.

Esta designación que se suma a otras que reconocen el legado histórico y cultural de ciudades como Quito y Cuenca, y patrimonios naturales al parque nacional Sangay y las islas Galápagos, viene a reconocer el valor de una artesanía que se fabrica fundamentalmente en las provincias de Manabí, Azuay y Cañar, como una riqueza que debe preservarse.

La fabricación de sombreros de paja toquilla, que salvó de la falta de empleo y recursos a numerosas familias ecuatorianas, se ha mantenido como una tradición que se transmite de padres a hijos y a nietos, tratando de salvaguardar los "secretos" de su factura, sobre todo de los más finos, que alcanzan significativos precios en el mercado internacional.

Sin embargo, en estos últimos años, fruto de la enorme emigración que ha caracterizado a estas provincias mencionadas, cada vez menos personas y familias se dedican a este labororioso y sacrificado trabajo; por ello, los exportadores de los afamados sombreros, se ven en dificultades al tratar de encontrar mano de obra calificada para su elaboración.

Con este tipo de problema, es buena la decisión internacional de colocar en un alto sitial la elaboración de sombreros de paja toquilla, erróneamente denominados "sombreros de Panamá", por el hecho de que se comercializaban en sus inicios a través de Panamá y también porque fueron usados por muchos de los trabajadores que realizaron la apertura y la construcción del Canal de Panamá, para comunicar los dos océanos.

De igual manera, deberían darse disposiciones que fomenten la fabricación de los sombreros de paja toquilla, con escensiones tributarias, con la creación de espacios dedicados a  la enseñanza de su tejido y elaboración, guardando la tradición, pero al mismo tiempo expandiendo el deseo y la necesidad de preservar la misma, sobre todo en las  nuevas generaciones.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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