top of page

NI A LOS CASINOS….

El Tiempo

17 de abril de 2012

 

Seguramente habrá argumentos valiosos entre quienes defienden el cierre de las universidades catalogadas con categoría E y que no consiguieron justificar su mantenimiento. Yo discrepo de esas ideas. No creo que debieron cerrarse las universidades mal calificadas, lo que debió realizarse es una evaluación a profundidad, un acompañamiento y plazos más largos para avanzar en procesos de acreditación.

 

Hay países como la hermana república de Chile, en los que simplemente exigen a las universidades no acreditadas, a que coloquen en su publicidad, en forma bastante visible, el letrero de “no acreditadas”, con lo que se evita que se mueva a error a los posibles o futuros estudiantes.

 

Por ello, bien valdría establecer discusiones sobre la temática, que indudablemente preocupa a un segmento importante de la ciudadanía, fundamentalmente a los estudiantes que no tienen una idea clara de qué va a pasar con sus estudios que aparecen como truncos. Pero también la preocupación se hace presente en los docentes y empleados, que pierden o perderán un espacio de trabajo.

 

Una cosa que realmente ha sorprendido a la población, es la forma en la que se cerraron las universidades, en horas de la noche en forma previa a la comunicación pública oficial, las universidades fueron tomadas bajo el resguardo policial, se colocaron grandes sellos en las entradas o accesos a los locales universitarios.

 

La medida me hizo pensar en que ni siquiera a los casinos se les dio el tratamiento que se les está dando a las universidades, lo cual nos induce a pensar que meditar en que van a ser varios quienes pierdan su opción de servir a la comunidad, a pesar de sus falencias, y ofrecer a mucha gente que tal vez no habría tenido la oportunidad de trabajar en las áreas de su interés, los estudios universitarios.

 

Este es un capítulo que no está cerrado. Por supuesto que queremos mejorar la calidad de la educación ecuatoriana, pero las formas violentas, conducen a nuevas violencias.

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

bottom of page