MONOPOLIO DE LA VERDAD
El Tiempo
Enero de 2016
Una de las cosas que más enriquece las democracias, es la diversidad, el
pensamiento diferente, los criterios divergentes, es precisamente en torno a ellos cuando crecen las soluciones a los problemas, se encuentran las oportunidades y solemos ver la luz con mayor claridad.
Por ello, hemos manifestado en varias situaciones, nuestra opinión preocupada respecto de la acumulación de poderes, del pensamiento único y de la falta de discusión suficiente cuando, por ejemplo, se trata de aprobar las leyes, los reglamentos.
En este sentido, no podemos dejar de manifestar nuestra preocupación,
cuando vemos que una de las razones por las que no se reúne la comisión de asuntos internacionales de la Asamblea, es porque, según se dice por parte de la mayoría oficialista, le han perdido la confianza al presidente de la comisión, que, además es integrante del partido de gobierno; confianza que se ha deteriorado a raíz de la abstención del mencionado asambleísta en la última votación en la que se aprobaron leyes, con las que no estaba totalmente de acuerdo.
Ahora quieren forzar la renuncia del asambleísta que todavía milita en las filas del partido de gobierno, solo porque se atrevió a no estar totalmente de acuerdo en algunos de los temas. Me parece que esto es llevar las cosas a un punto extremo, prevalidos en la mayoría absoluta que les ha permitido gobernar prácticamente sin oposición durante estos largos años de gobierno.
Como que el disentir constituyera un pecado grave, como que el no estar de acuerdo llevara a generar desconfianza, solo por el hecho de atreverse a pensar diferente y a manifestarlo.
En otros tiempos, tener mayoría ya habría sido más que suficiente, parece que ahora no se conforman con menos que con la unanimidad, paradoja de la mayoría gobiernista que quiere tenerlo todo, y cuando no lo tiene, quieren forzar las cosas para que se haga su voluntad.
Eso se llama cualquier cosa menos democracia.