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MI LIMONERO EN FLOR

El Tiempo

8 de octubre de 2012

 

Desde siempre, desde la casa de mis abuelos en Chaguarchimbana, desde que tuve consciencia de las cosas, sentí como un regalo precioso, la brisa fresca con los aromas de los limoneros y de los naranjos en flor, me gustaba ver como las abejas zumbaban en derredor, deteniéndose para beber de esa miel fragante para procesarla en sus colmenas, y también la esporádica aparición de un quinde, picaflor o colibrí, como quiera llamársele, con su aleteo rapidísimo, también extasiarse con la libación de los jugos de las flores blancas, con toques rosados, deliciosas al mirar, al tacto, y al paladar de aves e insectos.

 

Pensé que, dados los cambios, las vidas que se ha vivido, las mudanzas permanentes, la dificultad de los tiempos, el tener cada vez menos capacidad para disfrutar con la naturaleza y sus simples deleites, me habían hecho olvidar o dejar muy atrás en mi memoria, la belleza de esos aromas, de esos colores.

 

Pero no, la vida, la suerte me han deparado, que pueda gozar ahora, en mi propia casa de la maravilla de un limonero en flor, un limonero que me alegra la vida, que me hace olvidar de las tensiones y del estrés cuotidianos, para dejarme extasiada, así, literalmente, con la ensoñación que produce una contemplación sin más, sin ulteriores deseos o planificaciones, solo el puro goce de recrearme con la vista y el olfato, y claro, también con el tacto para sentir la tersura de las hojitas verdes y de los pétalos tan delicados, tan suaves, tan etéreos.

 

Ayer, que cayó un fuerte aguacero acompañado de granizo en la ciudad de Quito, sentí que debía acelerar mi regreso a la casa, para ver qué había ocurrido con las flores de mi limonero, me dio hasta risa pensar que el motivo de mis preocupaciones eran unas flores, que, claro, estaban regadas por el piso del patio, pero respiré aliviada, eran solo unas cuantas, la mayoría seguían empenachando y haciendo lucir soberbio al limonero de no más de metro y medio de alto, que emerge por encima de la enorme maceta de terracota en la que está sembrado.

 

Parece fútil y hasta ocioso hablar de un limonero, cuando acabamos de pasar las elecciones en Venezuela, en donde ha sido reelegido Chávez, con la consiguiente preocupación de mucha gente que ve en las permanentes reelecciones un afán de totalitarismo que creíamos erradicado del continente; cuando hay guerras y muertes en diversos lugares en el mundo, cuando la situación económica de la vieja Europa, todavía no se estabiliza, cuando la droga y la violencia se enseñorean también de nuestra América; pero a pesar de ello, no he podido evitar el referirme a algo que ahora alegra mi espíritu, no he podido dejar de hablar de mi limonero en flor.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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