MEJOR HABLAR DE OTRAS COSAS
El Tiempo
31 de diciembre de 2011
He visto con perplejidad las discusiones que giran en torno a una decisión del ejecutivo, de patentar determinadas frases y por otro lado la disputa por la paternidad de las mismas.
Creo que la discusión resulta absurda, estéril e inútil; se quiere dar más trascendencia que la que realmente tuvieron ciertas frases, por lo que vamos a dejar de hablar de ello, al menos en nuestra columna, y tocar temas más agradables y que tienen vigencia en buena parte del mundo.
Nos referimos a las Festividades que se aproximan, a las que al menos en el mundo cristiano, significan el cambio de una era, la importancia del nacimiento de Dios hecho hombre, que vino para redimir al mundo.
Efectivamente, cada 24 y 25 de diciembre, celebramos el nacimiento de Jesús, un hecho ocurrido físicamente en la ciudad de Belem, hace más de dos mil años, que entraña la representación de la fé, de una doctrina basada en el amor. Las celebraciones son también ocasión para demostrar la solidaridad, para ejercer la capacidad de apoyar a nuestros semejantes, de hacerles sentir que hay fechas trascendentes en las que se dejan de lado las diferencias, y se estrechan las manos y se esbozan sonrisas que son dirigidas a los otros, en una especie de reconocimiento de lo que un filósofo llamaría "la otredad".
Las fiestas y celebraciones son buenas como una pausa en el trajín diario de los trabajos, los estudios; sirven para que al hacer un alto en el camino, sepamos actuar en consecuencia, poniendo énfasis en la tolerancia, en la comprensión, en la paciencia.
Solamente así mantenemos vivo el espíritu de la navidad que ahora nos imbuye, lejos del bullicio del comercio , de la compra de objetos, de la algarabía, del ruido, que adormecen a las conciencias que necesitan silencio y tranquilidad para pensar y también para actuar.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO