ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
Nunca como ahora, América Latina había vivido una situación de emigración brutal como la que provoca el éxodo de los venezolanos, acosados por un gobierno que no puede siquiera atender las necesidades básicas de los millones de desesperados ciudadanos que no ven otra opción que buscar el sustento diario en otras latitudes.
La inflación, la crisis humanitaria, el casi nulo acceso a atención de salud, ponen a estos millones de latinoamericanos en la triste situación de salir de su país, muchas veces a pie, cruzando los bordes de sus extensas fronteras, hacia Brasil en la zona de Roraima, en Colombia hacia Cúcuta, para luego hacinarse en la zona de Rumichaca tratando de continuar con su éxodo hacia Ecuador y los países más hacia el sur del continente.
Me preocupa la decisión de exigir pasaporte a los ciudadanos venezolanos en nuestras fronteras, porque eso sería condenar a la mayoría a no poder cruzar el borde. Sabemos lo difícil que es para los venezolanos el conseguir pasaportes, cuando en su país no existe papel, no hay la voluntad política de dejarlos salir porque eso pone de relieve aún más el tamaño del desgobierno y de la crisis.
Creo que, ahora sí, sería necesario convocar a UNASUR, a todos los organismos multilaterales de la región, para establecer políticas conjuntas de apoyo a nuestros hermanos.
Venezuela fue siempre un país de acogida, que recibió a miles y miles de latinoamericanos y de otros continentes, que encontraron en sus territorios, espacios para progresar, para sentir esperanzas sobre el futuro.
No podemos cerrarles las puertas, hay que encontrar mecanismos que apoyen a la población y que obliguen al régimen a restablecer la democracia.
MANTA, AEROPUERTO PROVISIONAL