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MANGACHO EL EMPRENDEDOR

El Tiempo

20 de mayo de 2014

 

El extrañamiento de la ciudad de Cuenca, hace que en numerosas ocasiones no me entere de lo que pasa con los queridos amigos que en ella habitan,  que me pierda muchas noticias de personas entrañables, por ello no supe en su debida oportunidad, del fallecimiento de Marcelo Vintimilla Borrero, conocido por todos como Mangacho, dueño de un optimismo y una vocación de emprendedor inigualables, empeñoso en colocar a Cuenca en medio de la modernidad gracias a la construcción de edificios que se han transformado en simbólicos de la ciudad.

 

En la zona de la antigua laguna de Viskosil, en una parte del perímetro urbano de la ciudad, que en esa época nos parecía como lejanísima, Marcelo Vintimilla soñó en construir un gran hotel para llenar un vacío que se sentía en el Azuay, así nació el hotel Oro Verde de Cuenca, majestuosa construcción que se debe en gran medida a su talento, al lado de este hotel se ubicó uno que conservó hasta su muerte, el hotel Pinar del Lago, en el que he encontrado  en más de una oportunidad a su dinámico propietario.

 

No contento con esto, en los últimos años de su vida, se dedicó a promocionar la zona de Yunguilla y allí empezó un desarrollo turístico y de infraestructura, el denominado Los Faiques, ubicado en el Valle de Yunguilla, con una especie de hotel carretero, que vendrá a llenar una necesidad de los viajeros que se aventuran por es medio de ese hermoso valle, patrimonio de los cuencanos.

 

Sus andanzas le llevaron a ocupar el cargo de Gobernador del Azuay, función que la desempeñó con rectitud y teniendo en mente el servicio de la ciudad. 

 

Recuerdo la última entrevista que le hice para la televisión, hace poco más de un año, en la que no dejó de hablar de sus proyectos, de sus sueños, de sus ilusiones, demostrando que la edad no es un obstáculo ni un impedimento cuando se quiere emprende, realizar, crear.

 

Vaya desde esta columna, nuestro sentimiento de pesar a sus familiares, en especial a sus hijas, que se quedan con  la obligación de continuar con estos espacios de trabajo y de creatividad, que lo llevaron a ser uno de los grandes constructores de la ciudad, y que ha dejado una huella de trabajo y de amistad imborrables.

 

Por nuestra parte, hemos querido rendirle este homenaje, resaltando sus fortalezas, demostrando que cuando se quiere se puede, que no hay que dejar pasar las oportunidades para ser felices y sentirse útiles a la sociedad en la que nos desenvolvemos.

 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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