LO GRAVE NO ES PENSAR DISTINTO...
El Tiempo
2 de abril de 2013
Los enfrentamientos religiosos tienen larga data, no podría decir cuando se iniciaron, pero probablemente son tan antiguos como la humanidad o cuando la gente empezó a darle diferentes explicaciones a los fenómenos que ocurrían a su alrededor, o a interpretar de manera distinta las situaciones.
Lo grave no es pensar distinto, sino tratar de imponer a los otros el criterio propio, como que fuera el único, como que los otros no tuvieran la razón, y solo la tuviera yo mismo.Así, las guerras de religión que causaron tantos destrozos, muertes, terror en diferentes etapas de la historia de los pueblos, deberían ser cosa del pasado.
Pero todavía surgen brotes que demuestran que estos no son temas superados, sino que están vigentes. Así, noticias que nos llegan de Nigeria hablan de persecuciones a cristianos por el sólo hecho de serlo, desde hace más de una década, por grupos musulmanes.Aparentemente los perseguidos son campesinos que no quieren dejar sus tierras, por lo que caen víctimas de los fanatismos.
Este ejemplo no hace sino ilustrar una vez más que los seres humanos no hemos aprendido a convivir unos con otros en paz, respetando las creencias de los demás, sabiendo que la tolerancia es una virtud que debe ejercerse en la práctica.
A veces pensamos que la civilización ha llegado ya a tan alto grado de pensamiento y de realizaciones, que este tipo de situaciones son impensables en ese mundo desarrollado, pero al mismo tiempo sabemos que ni siquiera los pueblos aparentemente más evolucionados están libres de los fanatismos, que se explicitan tanto a través de la violencia física como la verbal.
Los fanatismos están a la vuelta de la esquina, tal vez anidan en nuestra propia casa o se pertrechan en la esquina más remota de los corazones y de las mentes y afloran ante los estímulos menos pensados.
Por ello es tan importante hablar de tolerancia, usar las palabras con tono mesurado, no traspasar los límites del decoro, recordar que la violencia surge cuando se acaban los razonamientos, cuando la soberbia se impone y se cree que la actuación propia es la única válida e incuestionable.
Esto no quiere decir que no sostengamos nuestros criterios, que no demos validez a nuestro pensamiento, sabiendo eso sí, que la realidad es una especie de prisma y un mismo fenómeno puede ser visto desde diferentes ángulos y con distintas miradas.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.