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LA SANTIFICACIÓN DEL AVC...?

La Hora

12 de junio de 2014

 

No justifico la violencia, jamás, por ello no puedo estar de acuerdo con que a quienes trataron en base al secuestro, a los asaltos, a las muertes, de subvertir el orden establecido, ahora se les considere una especie de víctimas y a quienes estaban de parte de la ley y el orden se les transforme en los victimarios.
 
Los derechos humanos deben ser válidos para unos y para otros. América Latina vivió una época en donde las actividades terroristas fueron dejando un rastro de sangre en los diversos países; el ejemplo más vívido lo tenemos en lo ocurrido en los países vecinos, Perú y Colombia, desangrados por movimientos terroristas que sembraron la angustia en miles de familias, que impidieron el progreso, que causaron muertes.
 
Por supuesto que sabemos que las fuerzas del orden pueden cometer excesos, ir más allá de lo que manda la ley, extralimitarse en sus atribuciones, pero tampoco se debe generalizar y extender las responsabilidades sin que medien las pruebas y los procesos, lo que puede generar peligrosos antecedentes y hasta motivar la inacción, con lo que la sociedad sale perdiendo en temas de seguridad, que son en definitiva buena parte de la razón de ser del Estado, que debe cumplir con el objetivo de garantizar la seguridad de los ciudadanos de un determinado país, es una de los fundamentales deberes y atribuciones de un Estado, que está en el genésis mismo de las organizaciones de la sociedad.
 
La independencia del poder judicial es indispensable para la vigencia de la república, sin esa independencia no hay garantías para el ejercicio de las libertades, para el ejercicio de la ciudadanía. La justicia no debe acomodarse al arbitrio del gobernante de turno, ni a satisfacer intereses de algunos.
 
El ejemplo de procesos de reconciliación como el ocurrido en Chile, con realidades mucho más complejas y dolorosas que las vividas en el Ecuador, debe ser analizado y emulado, para evitar enfrentamientos y situaciones que avancen tanto, que luego se transformen en  irreconciliables.
  

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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