ROSALĂA ARTEAGA SERRANO
Pensaba escribir sobre la lluvia cayendo en Nueva York o sobre mis recientes experiencias en la India, con su carga de espiritualidad, de color, de contrastes, de olores diversos, de gastronomĂa increĂble, pero la realidad de nuestra sufrida Venezuela nos golpea, con las noticias de la falta de noticias sobre Leopoldo LĂłpez, la desesperaciĂłn y la lucha constante de su esposa Lilian Tintori, la muerte de otros jĂłvenes en las calles, cuando protestan por la libertad, por los derechos humanos.
La pesadilla traĂda por el chavismo se perpetĂșa, la falta de comida, la escasez de medicinas, los continuos embates contra la constituciĂłn y las leyes creadas por ellos mismos, la angustia de un pueblo que jamĂĄs soñó verse envuelto en tamaño y continuado desastre.
Generaciones de jĂłvenes que estĂĄn mirando como Ășnica puerta de escape la migraciĂłn, el dejar atrĂĄs la familia, la tierra, los sueños. Desobligo en la mirada de muchos, pero tambiĂ©n rabia frente a lo que estĂĄ sucediendo.
Los organismos internacionales parece que despertaron de su sopor y al menos se han arriesgado a condenar al régimen de Maduro, al igual que muchos gobiernos, a excepción de algunos como el ecuatoriano que no quieren reconocer el fracaso de un modelo en el que parecen empecinarse también en hundir a nuestro pueblo, con recetas importadas del socialismo del siglo XXI creado por un alemån y ahora con los consejos de un desprestigiado exministro griego.
La Conferencia Episcopal ecuatoriana habla de sanar las heridas abiertas en su reuniĂłn con el presidente electo, ojalĂĄ se siga el sabio consejo y se empiece a mirar al futuro con otros ojos, no con los saturados de ira, no con la receta que lleva al precipicio como lo constatamos en la sufrida Venezuela.