Una vez más, frente a los desastres en los que es tan pródiga su naturaleza, por las condiciones geográficas de su territorio, Chile, este país sudamericano constantemente sobresaltado por terremotos, por volcanes activos, por maremotos, tsunamis, nos da un ejemplo, a los otros pueblos del continente y al mundo, y testimonia lo que significa estar preparado frente a estas contingencias telúricas.

Y es que un terremoto de magnitud 8.3 en la escala de Richter podría haber sido devastador si es que no mediaba la preparación de la población, así como sistemas constructivos más seguros. Por ejemplo el terremoto que asoló Haití fue de 7.3, es decir un grado menos, lo que significa una diferencia enorme en este tipo de mediciones.

Haití quedó destruido y todavía ahora con tantos años que han pasado, el país caribeño no consigue levantar cabeza para reiniciar las actividades, pese a la ayuda recibida por diversos sectores.

Chile ha dado un buen ejemplo a todos estos países que registran gran cantidad de actividad volcánica y sísmica. Claro que hay que trabajar duro para hacer frente a lo imprevisible, pero el trabajo da sus frutos. También sabemos que hay algunas muertes que lamentar, gente perdida, cultivos arrasados, casas y equipamientos destruidos, pero el daño es mínimo si comparamos este terremoto con sus predecesores en toda nuestra América Latina.

Al terremoto le sucede el tsunami, que barre las playas y las costas y arrasa casi con todo en esta furia de las aguas, pero los chilenos están pensando inmediatamente en reconstruir, en rehacer, en continuar con la vida cuotidiana aún en medio del desastre.

Expresamos nuestra solidaridad al pueblo chileno y nuestra admiración por el manejo de las duras circunstancias que les ha tocado atravesar.

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.