EL TELEFÉRICO DE LA PAZ
La Hora
29 de octubre de 2015
He tenido la suerte, en varias oportunidades, de visitar la hermosa capital de Bolivia, por lo que he ido constatando sus avances, sus problemas, su debate entre la tradición y la modernidad, un debate del que siempre sale airosa con su geografía de montaña, con las rocas enhiestas que la circundan, con la abundancia de construcciones de ladrillo y la cadencia ponderada del caminar de las cholas paceñas con su vestimenta particular y los sombreros inverosímilmente fijos sobre las cabezas erguidas.
Dentro de esta geografía de subidas y bajadas continuadas, de callecitas estrechas que se encumbran y luego bajan como en picada veloz, más aún si se quiere pasar desde La Paz hacia la ciudad que se extiende a continuación y en la que se ubica el aeropuerto, la ciudad de El Alto, la transportación no es fácil, más bien entraña múltiples dificultades, algunas parecerían insolubles hasta hace poco.
Sin embargo, la tecnología ha venido en su ayuda, con la construcción de las torres y el tendido de cables del teleférico, con su líneas verde, roja y amarilla, pero con la planificación de otras líneas, que atraviesan los cielos de la capital boliviana, y que además de constituirse en un atractivo turístico fantástico, con la visión desde lo alto de la ciudad y del paisaje, de los parques y las vías, puede ser, en un futuro cercano, la solución al problema de la trasportación masiva, que se vuelve cada vez más demandante en ciudades de las características topográficas de La Paz pero también de Quito.
Por ello quiero llamar la atención de quienes toman las decisiones en nuestra capital ecuatoriana, de observar las diversas soluciones que se pueden dar a uno de los problemas más acuciantes que tenemos quienes vivimos en Quito, y es la transportación, el permanente embotellamiento de las calles, los trancones diarios con los que nos enfrentamos y que ponen a prueba la paciencia y el uso del tiempo de sus habitantes.
Mirar lo que pasa en ciudades como Medellín y La Paz, nos puede dejar sabias lecciones y aportar a la solución del problema número uno de Quito, usando las experiencias y adaptando en cada caso, lo mejor de la tecnología y de los avances actuales.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.