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ROSALÍA ARTEAGA.

 

Parece que ahora le tocó el turno al Ecuador, después de los escándalos ocurridos durante los días y los meses atrás, en Brasil, Perú, Colombia, por no citar tan solo algunos, más recientemente República Dominicana, pero se sabía que en el Ecuador, luego de las elecciones se veía venir una situación de escándalo, en donde aparecen involucrados altos líderes políticos y hasta sus familiares.

 

Me imagino que ahora no se hablará de "acuerdo entre privados", ni de justificativos de ninguna naturaleza, que podrían sonar a complicidad, sino que se aplicará la ley con todo su rigor y se establecerán las multas, las devoluciones y hasta la prisión.

 

El perjuicio al estado es colosal, pero lo es más a la fe pública, que queda devastada y se tiende a generalizar y a no confiar en nadie. Produciéndose un desgaste de la clase política en su conjunto, lo que le hace mucho daño al sistema vigente.

 

La implicación de los altos funcionarios debe quedar estrictamente analizada, se deben buscar todas las aristas del esquema de corrupción que la empresa brasileña construyó y que tanto ha dado qué hablar en los últimos meses.

 

Una de las peores cosas que le puede pasar a la democracia, es un sistema de impunidad, en donde no se castigue a los responsables. El mal ejemplo es letal para la juventud que entiende que todo está justificado  y que no hay principios ni barreras morales.

 

El baño de verdad se impone y quienes participaron de la "danza de los millones" deben pagar sus cuentas con la justicia.

LA DANZA DE LOS MILLONES

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