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ROSALÍA ARTEAGA SERRANO

 

 

En Cuenca, gracias a la convocatoria del Gobierno Provincial del Azuay y de su Prefecto, recientemente tuvo lugar una cumbre de grandes proporciones, no solo por la gran cantidad de público convocado, desde las diferentes regiones del Ecuador y de varios continentes, sino por la calidad de los diálogos y la temática, que es de innegable trascendencia.

 

Uno de los retos más grandes propuestos por Naciones Unidas es el de conseguir que ninguna persona en el mundo sufra por hambre, que ni un solo niño tenga los problemas que acarrea la desnutrición, que los padres no se sientan angustiados por la carencia de medios para alimentar a sus hijos.

 

En la mencionada cumbre, se adelantaron propuestas y criterios que tienen que ver con la mejor distribución de la riqueza, con la educación de calidad que apunte a cortar de raíz el problema, con el incremento en la productividad, dentro de los márgenes que nos traza la sustentabilidad del planeta.

 

En este sentido, se pudo aquilatar el compromiso, sobre todo de las autoridades locales, quienes son los que más claro tienen el panorama, que les proporciona la cercanía con sus gobernados, para incidir en políticas que redunden en resultados urgentes y sostenidos en el tiempo.

 

Cuenca constituyó un marco espectacular, se puso de relieve la hospitalidad y la capacidad de recibir a las miles de personas convocadas; la oferta turística y gastronómica, las riquezas de la tradición y de los trabajos de las manos hacendosas son también destacables en esta Cumbre global.

 

Las conclusiones serán presentadas en otros foros internacionales, pero lo más importante es que sean parte de la agenda diaria de autoridades locales y gobiernos nacionales. Solo así el hambre en el mundo será una cosa del pasado.

HAMBRE CERO

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