Febrero 2017
Hace 20 años asumí la presidencia
de la república
El tiempo pasa rápido, pero ello no debe ser un obstáculo para que recordemos ciertas páginas de la historia que no pueden caer en el olvido. El día 6 de febrero de 1997, luego de que el Presidente Bucaram fuera destituido por el Congreso Nacional, asumí, en legítimo ejercicio de mi derecho constitucional, la Presidencia de la República, me tocó el honor de ser la primera mujer que llegó a esta posición, así como, unos meses atrás, en agosto de 1996, se había roto con los tabúes que cerraban el paso a las mujeres a los más altos cargos de elección popular, y había asumido las funciones de Vicepresidenta Constitucional del Ecuador. Me cupo también el orgullo en el año 1994 de ocupar por primera vez en mi condición de mujer, el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.
Hay un cúmulo de sentimientos encontrados al recordar los acontecimientos que se dieron en febrero del 97, sentir de cerca las protestas de un pueblo que se había saturado de una forma de gobernar, pero que sabía perfectamente y discernía la diferencias entre presidente y vicepresidenta, revivir de alguna manera las manipulaciones de una vieja clase política que no quería que una mujer sin compromisos más que con su pueblo, ejerciera la presidencia de la nación, palpar los juegos de intereses y los acomodos que se pretendían hacer, para burlar la carta constitucional y romper el orden democrático.
La ebullición de situaciones tanto de orden nacional como internacional demandaba acciones inmediatas, las componendas de quienes tenían los poderes fácticos, incluyendo la cúpula de las fuerzas armadas, que, sin rubores había pactado con esa clase política a la que decía detestar, el juego de factores económicos con los que yo no debía ni quería transar, el permanente acoso de algunos periodistas que no encontraban factores descalificadores pero que le hacían el juego a los sectores representados en el Congreso Nacional.
Todo ello regresa a mi mente en este nuevo febrero, esta vez del 2017, y claro, también la conciencia de que el país habría sido diferente si es que se respetaba la Constitución y el derecho que me tocaba ejercer, pero que también representaba la vigencia de los valores, de la esencia de la república, de la permanencia de la democracia.
Parece que el país no cambia tanto, parece que el juego de los poderes continúa, que no aprendemos de los errores del pasado y se persiste en el acomodo, en la evasión de la justicia, en la no independencia de los poderes y de las funciones del Estado.
En todo caso, es bueno refrescar la memoria, mantenerla vívida en las nuevas generaciones, para que no se vuelvan a repetir los errores del pasado, ni se premie a los culpables.
Rosalía Arteaga Serrano