ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
Siempre se ha pensado que la fiebre del oro fue aquella que se vivió en California cuando se descubrieron vetas importantes de ese mineral, y no reparamos en que aquí, en el Ecuador, ya se dió una con dramáticas consecuencias, cuando en Nambija, en la provincia de Zamora Chinchipe, aún se vive la miseria, la crisis que la explotación artesanal, indiscriminada, ocasiona y que trae consigo grandes problemas sociales.
La alerta se ha encendido también ya en otros sectores del país que, además, por su ubicación en las regiones fronterizas que se han transformado en zona de acción de la narcoguerrilla, cobran dimensiones de mayor peligro, se trata de sectores de las provincias de Esmeraldas e Imbabura, donde se están dando ya muchos casos de invasiones, de concurrencia de miles de personas que se encandilan con la posibilidad de la ganancia rápida por el procesamiento de materiales que contienen concentraciones de oro y que no reparan en la degradación no solamente del suelo sino sobre todo del tejido social, de la calidad de vida de las personas.
Mucho se ha hablado de las posibilidades mineras del Ecuador; durante la década perdida, se pasaron años sin tener una claridad en cómo proceder, con diferencias sustanciales de opinión al interior del gobierno respecto de la actuación de la gran minería y de las compañías mineras, y en varias oportunidades se habló de privilegiar la minería artesanal y a pequeña escala que, sin lugar a dudas, es la que más problemas ambientales y sociales conlleva.
Hay una gran miopía en el manejo del tema minero en el país. En los actuales momentos esta crítica situación se ve exacerbada por la inestabilidad de las autoridades mineras, por el someterse a presiones interesadas, por un erróneo sentido de protección ambiental, sin reparar en los daños que se le hace a la economía nacional en un momento tan crítico como el que en la actualidad se vive, pero sobre todo en el daño que a la seguridad nacional y a la creación de otras Nambijas de enormes proporciones se le está prestando el territorio abonado.
Hay que pensar en minería responsable, con reglas claras, con exigencias adecuadas, en prosperidad e ingreso de recursos a las escuálidas arcas nacionales. ¡Alerta con las invasiones mineras en Imbabura y Esmeraldas!.
FIEBRE DEL ORO E IRRESPONSABILIDAD