Uno de los temas que ha generado preocupación a lo largo de la historia y que ha sido inclusive motivo de luchas, enfrentamientos, guerras, es el del agua. Inclusive si vemos la ubicación geográfica de varios de los grandes imperios, la cercanía al mar o a un gran río o lago, ha sido definitoria para el crecimiento de las civilizaciones.
A pesar de que hemos avanzado muchísimo en la tecnología, en la ciencia; el agua sigue siendo un elemento fundamental, sin este líquido maravilloso no podemos vivir.
Sabiéndose además que el agua dulce, el agua de calidad es un elemento finito, se hacen necesarios una serie de cuidados para proteger este maravilloso recurso, para precautelar su calidad; por ello quiero relatar aquí alguna experiencia que acabo de vivir en Bolivia, en el área de Santa Cruz de la Sierra, en donde gracias al impulso de una ong, Fundación Natura Bolivia, a la comprensión de autoridades locales, pero sobre todo a la decisión de los agricultores, campesinos, propietarios, se viene realizando una estrategia que da frutos y que además permite ejercer un principio de solidaridad muy interesante.
Esta estrategia recibe el nombre de Acuerdo Recíprocos por el Agua, ARA. Y conlleva la convicción de trabajo conjunto entre propietarios de tierras de las cuencas altas de los ríos y de las bajas.
Los de las tierras bajas saben que si no hay quien cuide el agua en el origen mismo, en las nacientes, en los bosques de donde se forman los ríos, los riachuelos, de donde se escurre el agua hacia abajo, van a tener problemas en sus terrenos de las partes bajas.Por ello, se establece una especie de pago por servicios ambientales: los de abajo ponen una cuota, usualmente muy pequeña, que puede ser cobrada a través de la planilla de luz, por ejemplo, y con ese dinero se paga a los de las cuencas altas. Lo interesante es que el pago no es en dinero, es más bien en especies, en cosas que necesitan los campesinos, como alambre de púas para cercar sus propiedades, como cajas de abejas para que puedan producir miel e incrementar sus ingresos, de tal manera que no necesiten cortar los bosques o la vegetación de sus predios, pueden ser también árboles frutales, capacitación, etc.
Como vemos, el tema de la reciprocidad está en juego, los de arriba cuidan el agua, cuidan que esta especie de fábricas del agua que son los bosques, no se sequen, y los de abajo, conscientes del beneficio que reciben, pagan por ello.
No se tratan de imposiciones, sino mas bien de saber beneficiarse mutuamente de la relación, pero además están todos contribuyendo a tener un mundo mejor, a precautelar el medio ambiente, a disminuir los efectos del cambio climático, se aprende además a ser más responsables con el entorno.
Este ejemplo bien puede difundirse en otros sectores, como lo que está ocurriendo ya en varias comunidades ecuatorianas, colombianas y por supuesto en las bolivianas.
Así es que manos a la obra, a salvar las fábricas de agua.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.