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ESTUDIAR LO QUE APASIONA

El Tiempo

19 de agosto de 2014

 

Con cierta frecuencia, jóvenes estudiantes que terminan su etapa del bachillerato, y que tal vez no han tenido mayor orientación de padres y profesores, o que simplemente quieren oír otros criterios, me preguntan sobre qué estudiar en la universidad, o qué hacer luego de la graduación, cuando se encuentran con un título bajo el brazo, con muchas expectativas e ilusiones, con mucha información también y un poco confundidos frente al tamaño de la decisión que deben tomar y que, sin lugar a dudas, afectará sus vidas.
 
Claro que ahora con todos los exámenes que deben rendir antes del grado y luego previa a su entrada en la universidad, podría ser que esa decisión respecto de su carrera u ocupación futura se afine; pero nunca está de más el pensar que uno debe seguir sus aptitudes, aquello en lo que nos sentimos más capaces, las materias más afines con aquellas que nos sedujeron en las etapas estudiantiles previas y, más que nada, estudiar lo que nos apasione, la profesión en la que pensemos que nos vamos a realizar como personas, con la que vamos a aportar a la sociedad, a la gente que está en nuestro entorno.
 
Hay carreras que exigen una dedicación absoluta y sus estudios son muy demandantes, por ejemplo la medicina, para lo que se debe contar con una gran vocación, no solo porque sus estudios son más largos, más años dedicados a prepararse, sino porque exige turnos, vigilias, prácticas en hospitales y centros de salud, el shock emocional de entrar a morgues, de lidiar con el dolor y hasta con la muerte. Ciertamente para ello se requiere un espíritu especial.
 
Pero también sabemos que quien sigue ingenierías, arquitectura y otras carreras similares, debe amar las matemáticas, disfrutar con las ecuaciones, los cálculos, así como quien se decide por el magisterio, no debe perder nunca de vista el amor por la enseñanza, la vocación permanente por el estudio, los mecanismos de transmisión del conocimiento, la paciencia acorde con la edad de sus alumnos, así como el abogado debe afanarse siempre por la justicia, por el imperio de la ley, sin dejar de ver el lado humano que sus acciones o decisiones generen.
 
El amor por lo que se hace, la pasión que se le coloca en cada una de nuestras actividades, va a redundar en beneficio de las personas con quienes nos relacionamos en el ejercicio de la profesión que escogemos, pero también debemos recordar que el beneficio es personal, y que tiene que ver con la realización de nuestra vocación, de la satisfacción que implica hacer aquello por lo que sentimos ganas e impulsos de trabajar. Allí estaremos garantizando nuestro éxito y el de las sociedades a las que nos debemos.

   

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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