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MUJERES

La Hora

12 de marzo de 2015

 

Cuando todavía resuenan en los oídos los ecos de las celebraciones del día internacional de la mujer, y se han marchitado las toneladas de rosas que fueron compradas  y entregadas a otras tantas mujeres en los más diversos lugares en el mundo, parecería que todo está bien, que se cumplió con una especie de ritual y que luego la vida continúa con las mismas rutinas y  generalmente con los mismos problemas y situaciones que dejan de parecer clamorosas por que son parte de esa vida que transcurre sin mayores alteraciones.

Regresamos todos a las actividades, sin pensar mucho en que si bien es importante recordar fechas, tener días especiales, más importante aún es modificar comportamientos, evitar maltratos, valorar el trabajo de tantas y tantas mujeres que tratan de mejorar su entorno con un esfuerzo redoblado y cumpliendo tareas y jornadas agotadoras, sintiendo que sus familias, sus hijos, son lo más importante y no reparando en los sacrificios que la vida entera conlleva.

Por eso escribo después de la fecha solemnizada por los discursos y por la algarabía, por canciones que se dicen sin pensar mucho en los contenidos; para referirme a todas aquellas anónimas amas de casa, cuya labor se valora poco o simplemente se ignora, para recordar a aquellas obreras y profesionales aplastadas por las dobles o triples jornadas, que aún deben adornar su rostro con una sonrisa para no despertar inquietudes en los que aman.

Los lamentos no son buenos, y las leyes no son por si solas la panacea,  la solución está en la modificación de hábitos culturales, en la crianza de los hijos con la demostración tangible de que hombres y mujeres debemos tener las mismas opciones, en que las tareas de la casa deben ser compartidas y no sintiendo que una es la persona que tiene que llevar toda la carga doméstica mientras otros "ayudan" en lugar de compartir.

El remedio está en las actitudes que deben trabajarse desde temprano, en la casa y en la escuela, para no repetir los estereotipos y la asignación de roles que luego distorsionan la vida en común. El uso de palabras sin dobles contenidos, la violencia física, verbal, psicológica, que no debe primar en el mundo de las relaciones,la creencia en un mundo más  humanizado, más igualitario, más lleno de oportunidades.

 

 

 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

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