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EL REBROTE DE LOS NACIONALISMOS

El Tiempo

19 de noviembre de 2012

 

La noticia de una manifestación ocurrida en las calles de Moscú y otras ciudades rusas, teniendo como slogan el de "Rusia para los Rusos", me sirve de inicio para esta reflexión, que sin duda es interesante y reviste importancia, sobre todo por los desprendimientos y consecuencias que pueden darse en el mundo, cuando se exacerban este tipo de manifestaciones y se dejan entrever fanatismos que significan el avance de la xenofobia y de otras aristas de la falta de acuerdos en la convivencia humana.

 

Efectivamente, a pesar de que la historia de la humanidad es rica y prolífica en ejemplos de las catástrofes que se han desatado por los extremismos y por pensar que el derecho exclusivo de habitar un territorio es lo que debe imperar, o por la idea de que los nacionales de un país son los únicos que tienen derecho a ciertos privilegios, parecería que no aprendemos de esas lecciones y volvemos a caer y a caer en los mismos errores del pasado.

 

En este sentido, cuando ya creíamos que la globalización es el signo de los tiempos, que los ciudadanos del mundo podían moverse, al igual que los bienes, sin mayores cortapisas y que los acuerdos entre los países y grupos de países eran la tónica de los tiempos; vemos como, en muchos casos, estos acuerdos tambalean o se vuelven frágiles, como lo que ocurre en las naciones integrantes de la Comunidad Europea y ni que decir de aquellas que nunca cuajaron de forma real como la Comunidad Andina y otras que podríamos mencionar.

 

Por supuesto que la globalización tiene otro tipo de manifestaciones tal vez más evidentes, como son la certeza de que las comunicaciones realmente han rebasado las fronteras y de que inclusive movimientos como el de los Indignados o lo ocurrido durante la llamada Primavera Árabe no habría sido posible sin el uso de las redes sociales que utilizan el internet como vía, o el saber que la economía tiene sus redes que también dejan muy en claro que lo que ocurre en un lugar del planeta repercute en lugares hasta hace no mucho inimaginables y que quienes nos preocupamos por la ecología, sabemos que nada es inocuo y que las consecuencias de  nuestros actos rebasan con creces los bordes de lo nacional o local.

 

Sin embargo de esto, la presencia de los nacionalismos, etnicismos, aferramientos a identidades, deja entrever que lo local tiene mucho más peso que aquello que querrían reconocer los propulsores de la globalización, por lo que volvemos a mencionar lo que ya habíamos traído a colación en otras oportunidades, la necesidad de pensar en un mundo más GLOCAL que global o local, así por separado.

 

Solamente la conciencia de que somos ciudadanos del mundo sin perder nuestras identidades locales, nos permitirá pensar en que realmente alcanzamos un grado mayor de humanidad, sin dejar que los nacionalismos y otros ismos perturben la construcción de un mundo mejor.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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