EL PELIGRO DE QUERER ESTUDIAR
La Hora
22 de mayo de 2014
Ya Malala, la niña paquistaní que hizo noticia en el mundo por su valentía, pagó caro su deseo de estudiar, fue agredida en el bus que la conducía a la escuela. Ahora son mas de 200 niñas y jóvenes musulmanas raptadas en Nigeria, por el solo pecado de querer estudiar, y no es un caso aislado, son frecuentes los secuestros y raptos, las violaciones, los matrimonios forzados, la venta de las mujeres consideradas "cosas" que se pueden comprar y vender, la agresión permanente por parte de fanáticos musulmanes que quieren imponer la ley de la sharia a toda costa, y dejar a las mujeres relegadas, sin capacidad de aprender ni tan siquiera a leer y escribir.
Parecería que estamos hablando de tiempos pasados, de cosas que ocurrieron en un período oscurantista de la humanidad, pero no es así, es en esta segunda década del siglo XXI, el de la era del conocimiento, de la información, de los avances científicos y tecnológicos, cuando se conoce la existencia de gente que trata de someter a otros por la fuerza, y que con violencia quieren hacer que se cumpla su voluntad, sometiendo a las más débiles, a las mujeres, que son víctimas a las que muy pocos defienden.
Como sabemos, este acontecimiento que ahora ha concitado la atención de los diferentes países y de varios líderes mundiales, no es un caso de excepción, son múltiples las situaciones como las que se describen.
Es grave también que las autoridades nigerianas no hayan podido evitar este tipo de eventos. Una vez más la mujer es la víctima, las mujeres agredidas no encuentran el suficiente eco a sus denuncias y la comunidad internacional se muestra impotente frente a los hechos y a los chantajes que pretender hacer los secuestradores.
Creo que ha llegado la hora de que organizaciones como la de las Naciones Unidas, con organismos como UNICEF, demuestren que están en capacidad de actuar, de exigir la devolución de las niñas y jóvenes, sin ningún tipo de contraprestación, sin concesiones, de aplicar las leyes, de dar tranquilidad a las familias angustiadas, de propiciar que la humanidad no se deje perder en los vericuetos de los hechos de fuerza y de horror.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.