EL PARO EN ESPAÑA
El Tiempo
5 de junio de 2012
Estoy asistiendo a la presentación de la Fundación Excelencia en Madrid, de la que formo parte, con la presencia de destacados intelectuales del mundo, entre los que se cuenta un premio nobel de economía. Pero no es de esta temática de la que voy a hablar ahora, sino más bien de lo que veo en las calles, de lo que conversan los amigos.
Es el paro, la situación de millones de españoles, de todas las edades, que, al margen de su preparación académica, de sus muchos títulos, de la experiencia acumulada, no encuentran trabajo, no hallan una posición acorde a sus aspiraciones o que medianamente se le acerque, lo que dio lugar incluso al famoso movimiento de Los Indignados.
Hay que ver la proliferación de vendedores ambulantes en plazas y calles, y no nos referimos a los migrantes que anteriormente se daban formas de burlar a la policía para vender sus baratijas, nos referimos a ciudadanos españoles que tratan de paliar la crisis, y nos referimos también a las quejas de todos en el sentido de la incertidumbre frente a la economía, de la preocupación por el futuro inmediato, en donde no se ve una salida digna para todo lo que está aquejando a la hasta hace poco boyante economía española.
Claro está, y lo corroboran los expertos, que la crisis no ha llegado ni llegará a los niveles de lo que ocurre en Grecia, en Italia o incluso en su vecina Portugal.
Se dice también que España tiene la capacidad de recuperarse, que el emprendimiento de su gente, hará que salga adelante, que las empresas españolas, sobre todo las más fuertes, tienen la posibilidad de crecer y de generar empleo.
Pero también se hace necesario que quienes están parados busquen soluciones creativas, que se agrupen, que se asocien para empezar a generas los empleos que se requieren.
Sin embargo, a pesar del sol que se ha adueñado de los cielos españoles, del jolgorio permanente que parecen vivir sus calles, hay un dejo de inquietud y de tristeza que se ve en muchos rostros.
Algunos bendicen el que todavía puedan contar con un empleo, otros están asustados y preocupados. La verdad es que parecería que el mundo ha enloquecido y que lo que antes se tenía por certeza absoluta en cuanto al porvenir y el destino de los pueblos, ha cambiado con alucinante velocidad.
Siempre es grato volver a España, sentir el acento de su gente, saborear su deleitosa comida, saber que en esta tierra han sido acogidos miles de compatriotas, pero también compartimos la preocupación por lo que ahora ocurre, por lo que se avecina, no sin dejar de apreciar un resquicio de esperanza en que la capacidad y la preparación de su gente pueden conseguir.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.