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EL CHUCHAQUI

La Hora

4 de enero de 2012

Parece que la gente se ha levantado luego de la parranda de fin de año, con todas las luces, música, bebida, comida y diversión que eso conlleva, con un tremendo chuchaqui, uno del que todavía no levanta cabeza y del que parece difícil asimilarlo o sacudirse.

 

En primer lugar, el llamado paquetazo, con incremento en el impuesto de la salida de divisas, los llamados impuestos verdes, que recargan a los productos que vienen en envases plásticos, los que gravan a los vehículos; luego, los que tienen que ver con los impuestos a las tierras rurales y los que han incrementado la contribución que los ciudadanos pagamos al municipio por concepto de los predios urbanos.

 

A esto se suma la reciente disposición municipal, en el caso del municipio de Quito, por el tema de las multas para quienes infringen la prohibición de circulación  vehicular, conocida como pico y placa, esto es que a determinadas horas de mayor intensidad en el tráfico vehicular y dependiendo de la terminación del número de la placa, no se puede circular por las calles de la capital. Ahora, las multas se han incrementado.

 

Si además se considera el impacto que causará en la empresa privada, generadora de empleo, y en el sector productivo, el alza salarial a los mínimos o básicos vitales, indudablemente estamos asistiendo a la configuración de un espacio nada adecuado para la estabilidad y crecimiento de un sector que incide en el progreso de un país.

 

Indudablemente, con todas estas medidas, la más afectada es la clase media, la constituida por los profesionales, los comerciantes y empresarios pequeños y medios, la gente que es sin lugar a dudas el factor más dinámico de avance, de desarrollo, de crecimiento de los países.

 

En los estados en los que la clase media es cada vez más reducida, el país tiende a estancarse, a basar todo su desarrollo en el empleo público y en el paternalismo pero al mismo tiempo poder omnímodo estatal.

 

La verdad es que este chuchaqui que describimos, amenaza prolongarse por todo el transcurso del año; el furor de los festejos se diluye, los fuegos artificiales quedan reducidos a cenizas, las bandas y los cantantes populares regresan a sus actividades cuotidianas, pero el pueblo, el auténtico pueblo es el que se despierta en medio de la dura realidad de unas medidas que generan el famoso chuchaqui, es decir esa sensación de una mezcla de dolor de cabeza, sed, descomposición del cuerpo, de frío, y, en algunas ocasiones, de vómito imposible de contener.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

 

 

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