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EL CHÁVEZ QUE CONOCÍ

El Tiempo

9 de marzo de 2013

 

Conocí a Hugo Chávez en Caracas a comienzos del años 97, cuando todavía estaba yo en funciones políticas, y el coronel venezolano se dedicaba a recorrer todos los rincones de su patria, con miras a ganar su primer proceso electoral; era la época en donde todavía las encuestadoras  daban como posible ganadora a una ex miss universo, Irene Sáenz, quien terminaba una exitosa experiencia como alcaldesa de El Chacao.El coronel Chávez tuvo una fogosa intervención en un seminario en el que se tocaban los derechos humanos; en mi caso había sido invitada para exponer la violencia que sufrí como mujer a quien no se le respetaron sus derechos políticos; recuerdo también que tanto el candidato Chávez como el entonces alcaldede Caracas, Ledesma, esgrimieron argumentos que me favorecían.

 

Desde esa época, fueron varias las oportunidades en las que tuve la posibilidad de conversar con él ya presidente de los venezolanos, quien parecía imbuido de preocupaciones democráticas y de mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo más pobre de Venezuela y de la América Latina. Mis actividades al frente de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, de la que formaparte también Venezuela, multiplicaron esas conversaciones.

 

He podido ver la evolución del pensamiento de Chávez, quien llegó a la presidencia de su país gracias al voto popular, pero quien, como tantos otros a lo largo de la historia de la humanidad, quiso perpetuarse en el poder, haciendo caso omiso de que la esencia de la democracia tiene que ver con la alternabilidad en el ejercicio del poder, así como también en la separación de poderes, que sirven como una especie de pesos y contrapesos dentro de la estructura democrática, lo que establece un balance absolutamente saludable en el ejercicio del poder, sin que uno se imponga sobre los otros, como desafortunadamente ocurrió en Venezuela y en buena parte de los países latinoamericanos que han seguido el mismo sendero trazado por el líder venezolano.

 

Nadie puede desconocer el liderazgo de Hugo Chávez, sus capacidades de convencer a su pueblo de mantenerlo en el poder, pero tampoco podemos dejar de percibir el decaimiento de las libertades, el  autoritarismo vigente, el rodearse de un círculo restringido que se parecía más a una corte que a un gobierno eminentemente democrático.La influencia de Chávez en América Latina es algo que se evidencia sobre todo en algunos países que se incorporaron a una iniciativa que él creó, la del ALBA, así como también quienes siguieron la línea del llamado Socialismo del Siglo XXI creado por el alemán Dietericht, aunque su mismo creador tiene dificultades para definirlo.

 

Chávez muere en el ejercicio del poder, lo hace relativamente joven, fue un personaje fuerte, que levantaba pasiones, seguramente su memoria lo seguirá haciendo, son ingredientes más que suficientes para que difícilmente sea olvidado, para bien y para mal de su patria que lo sufrió y a la que deja profundamente dividida, herida, con la impresión de que perdió la oportunidad de aprovechar la extraordinaria y sin precedentes bonanza petrolera que le tocó vivir.

 

La muerte del comandante Chávez, como le gustaba llamarle a sus seguidores, demuestra una vez más, que la muerte a nadie perdona, ni tan siquiera a quienes se atrevieron a desafiarla, o a pensar que sus acciones lo colocaban por encima del bien y del mal.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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