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EL SÍNDROME DEL BATRACIO

La Hora

Junio-2016

 

Cuando pensamos en los últimos años de América Latina, aquellos signados por la denominada revolución del siglo XXI, y más concretamente en países como Venezuela y Ecuador, este último con una larga trayectoria de agitación y protestas populares, que echaron fuera gobiernos y pusieron en aprietos a otros, no podemos dejar de pensar en aquella especie de fábula que hace referencia a la ranita que se transforma en bocadillo de la sopa.

 

Esa fábula, a la que podría denominarse el síndrome del batracio, se refiere a la ranita o ranitas; para los efectos de la moraleja da igual si son una o más; que son depositadas muy suavemente en el interior de un caldero con agua ligeramente tibia, por supuesto la ranita se siente contenta, calientita, acogida, satisfecha en suma, sin darse cuenta de que el caldero están encima de un fogón encendido, que poco a poco va subiendo la temperatura del agua, pero lo hace de manera lenta, de tal suerte que las ranitas en el interior se van sintiendo más a gusto, con el agua más calientita, sin darse cuenta de que esa temperatura, aparentemente ideal, les va quitando las fuerzas, hasta que, cuando la temperatura está ya muy caliente, se dejan cocer a fuego lento, extenuadas, hasta morir, sin proferir gritos, sin hacer intentos por salir, o si los hacen, son absolutamente infructuosos porque ya las fuerzas no les alcanzan para dar el salto que las libere de ese futuro de espanto al que están destinadas.

 

La similitud viene dada, sobre todo cuando se hacen análisis de porqué pueblos, otrora tan aguerridos y hasta intolerantes, se han mantenido tan pacíficos, tan tranquilos, tan conformes con esa especie de "agüita caliente" en la que pierden las fuerzas, agüita caliente mantenida a base de subsidios, de bonos, de circo, de entretenimiento. Ya cuando se sienten acorralados, el agua subió la temperatura y  perdieron las fuerzas.

 

Por supuesto que se dan excepciones y hay personas que advierten del peligro y hay valientes que salen a las calles a decir sus protestas y sus opiniones, que son sofocadas, que insertan miedo en la gente que ve que se viene el terremoto, la hecatombe, pero que sienten que su sacrificio va a ser inútil.

 

Será que  el agua se ha calentado tanto que la gente perdió sus energías y hasta la capacidad de pensar? Será que no se puede dar el salto, despertarnos y sacudirnos, será que todavía podemos liberarnos del síndrome del batracio?

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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