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EL RECONTRAESPIONAJE

La Hora

11 de julio de 2013

Estos últimos días el mundo entero ha estado sometido a una especie de bombardeo sin parar, respecto de las noticias referentes al ex técnico de la Agencia de Inteligencia de los Estados Unidos, la CIA, Edward Snowden, quien desató un conflicto sin precedentes entre una serie de países, y colocó a su propio país, los Estados Unidos, en el  centro del huracán.

 

Primero fue el Ecuador el país que aparecía como el lugar en el que pretendía refugiarse el espía fugitivo, en su paso desde Hong Kong hacia Moscú; luego, fueron 20 los países a los que se solicitó asilo, aparece después una lista secreta de otros países a los que se pide asilo, y son tres los latinoamericanos en los que sería bienvenido: Cuba, Nicaragua y Venezuela.

 

El quid es ahora como sacarlo de Moscú, de manera directa, sin escalas en un viaje que suena muy difícil.

En el intermedio aparece el episodio del presidente boliviano, cuyo avión no pudo aterrizar o surcar los cielos de varios países europeos.

 

Ahora resulta que los unos espían a los otros, que los europeos también espían dentro de sus propios países, que los Estados Unidos ha espiado inclusive a sus propios aliados, que los latinoamericanos no se quedan atrás.

 

Quienes aparecen como campeones de la libertad de expresión fuera de sus fronteras nacionales, practican todo lo contrario al interior de sus límites nacionales.

 

El rol que juegan las redes sociales en los levantamientos populares, primero en la primavera árabe y ahora en la denominada revolución del vinagre en Brasil, hace que el establishment tenga temores y quiera intervenir y controlar.

 

A unos conviene que Snowden siga hablando, a otros que calle, los Snowden criollos no tienen la suerte de focalizar tanta atención, y por lo tanto pueden ser silenciados más fácilmente.

 

En fin, hay quienes dicen que los fantasmas de la guerra fría han retornado, que las desconfianzas existen, que no han sido superadas.

 

La verdad es que todos sabemos cómo empiezan los incidentes, pero no tenemos ni idea a donde van a conducirnos.

 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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