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EL ESTADO COMO ADMINISTRADOR

La Hora

Marzo-2016

 

O debería decir tal vez,  el Estado como mal administrador. La verdad es que nos preocupa, en esta época en la que se trató de concentrar todo en manos del  estado, el sistema educativo, el de salud, los medios de comunicación, hasta sectores del aparato productivo, en una especie de competencia con ventaja frente al sector privado, nos preocupa, decía, la situación en la que se encuentran estas empresas e instituciones en manos públicas.

 

Por supuesto que una de las tareas y obligaciones fundamentales de un gobierno es la de proporcionar atención en salud y educación de calidad, por ello no nos sorprende y más bien alentamos la construcción de hospitales y escuelas públicas y el manejo por parte del estado, sin detrimento de la labor que el sector privado, entiéndase en este caso, comunidades religiosas y organizaciones sin fines de lucro, puedan realizar, pero siempre el parámetro debe ser la calidad, cosa que dista mucho de ser realidad en el Ecuador, sobre todo si constatamos lo que ocurre en el sistema hospitalario, donde otra vez se denuncian dilaciones en la atención y escasez o falta de medicinas.

 

Pero también nos preocupa el ver que luego de tantos años en el gobierno, casi diez, la inoperancia ha sido mayúscula en empresas como la compañía de aviación TAME, por la que han pasado varios gerentes y administradores y se registran pérdidas enormes, sabiéndose que estas pérdidas van a influir en el dispendio de recursos del Estado.

 

Otro tanto ocurre con las empresas televisivas y periodísticas incautadas, se denuncian salarios excesivos, contrataciones en las que la Contraloría General del Estado detecta irregularidades, a pesar de que no querían someterse a su arbitrio, indicando que son empresas privadas, y sabiéndose que el propietario actual es el propio estado ecuatoriano, o mejor dicho el gobierno.

 

En este sentido vale la pena reflexionar sobre la incapacidad del actual gobierno para el manejo eficiente de los bienes, cosa que se evidencia y preocupa más aún en época de vacas flacas, cuando los ingresos del gobierno son sustancialmente más bajos y los huecos se empiezan a advertir por todos lados. ¿Dónde está la eficiencia de la revolución ciudadana? ¿Dónde el manejo adecuado de los bienes públicos? ¿Dónde la austeridad que ahora debería ser norma de conducta?


 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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