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EL EMBARAZO ADOLESCENTE

La Hora

1 de agosto de 2013

Cada vez que se hacen análisis y estudios y salen a relucir estadísticas, hay una expectativa por cómo quedaremos ubicados como país.

 

En los últimos tiempos hemos tenido la buena noticia de que Quito ocupa un primer lugar entre los destinos turísticos de América. De igual manera, cuando se piensa en un lugar de retiro, es Cuenca la favorecida, ya que muchos estadounidenses y europeos eligen ese destino para pasar sus llamados "años dorados" en la hermosa urbe. El aeropuerto de Guayaquil saca siempre buenas calificaciones por la calidad de su atención.

 

Querríamos que todas las noticias tuvieran ese cariz, pero infelizmente no es así, y uno de los temas que tenemos que lamentar es que el Ecuador ocupa también uno de los primeros lugares en embarazo adolescente, el primero en la región Andina.

 

Esa ubicación no es algo de lo que tenemos que enorgullecernos, todo lo contrario, indica que tanto el estado como la familia y la escuela están siendo ineficientes en prevenir el que las adolescentes, casi niñas en algunos casos, se embaracen; lo que indudablemente perjudica su desarrollo. Muchas veces dejan de asistir a clases, adquieren obligaciones que no están acordes con su edad, bajan aún más en la escala económica y se reproducen esquemas de pobreza, de falta de atención adecuada a sus hijos, entre otras cosas.

 

La educación juega un papel fundamental, el conocer los riesgos que se ocasionan, pero también hay un ingrediente especial que está relacionado con los valores, que muchas veces se dejan de lado en el propio entorno familiar, ya que no constituyen prioridad. 

 

En estos últimos meses, durante recorridos y clases en establecimientos educativos, he sido testigo de varios casos en donde las jovencitas, apenas iniciando la adolescencia, lucen sus embarazos, con la preocupación reflejada en sus ojos, a pesar de que muchas de ellas apenas intuyen los serios problemas que devienen de estos embarazos adolescentes, en los que los padres casi nunca asumen esa paternidad, dejando toda la carga en la niña-madre y en ocasiones en su propia familia.

 

Un mayor énfasis en el tema de los valores, puede arrojar resultados extremadamente positivos, acompañados de educación sexual, de conocimiento de los riesgos que se corren, así como de una responsabilidad mayor de los entornos familiares y educativos.

 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

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