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¡POR QUÉ SON IMPORTANTES!

El Tiempo

14 de abril de 2015

 

Es prácticamente un lugar común el hablar sobre la importancia del maestro, el decir que el desarrollo de una sociedad se basa en su trabajo, que en mucho se define el futuro de un país por la calidad de maestros que dicho país tenga; en fin, las alabanzas surgen rápidas y hay acuerdos generales cuando de ponderar los méritos de este segmenteo de profesionales se trata.

Pero, no sucede lo mismo a la hora de valorar su trabajo de manera efectiva, cuando por ejemplo miramos la escala salarial de los profesores o cuando constatamos sus reales posibilidades de mejoramiento profesional o cuando vemos las condiciones en las que se debaten.

 

De ahí surge una especie de dicotomía entre la palabra y la acción, que causa desastrosas consecuencias en la manera en cómo marcha esa misma sociedad.

Por ello, bien vale la pena, al menos en el día dedicado especialmente a resaltar su figura y su importancia, pensar en el inconmensurable trabajo que los buenos maestros realizan, y enfatizo en la palabra bueno, porque, como en cualquier otra profesión u ocupación, habrá siempre algunos malos, unos que no hacen honor a su nombre y su oficio.

La importancia de su labor radica en la delicadeza de introducir a las mentes infantiles y juveniles en la riqueza del conocimiento, pero hacerlo no solamente en la teoría, sino demostrar en la práctica, con su propio comportamiento, con su accionar, el mundo de los valores, de las actitudes, de los haceres; porque en cada fórmula matemática, en cada regla de ortografía, en cada ejercicio que se solicite, está precisamente esa carga maravillosa de lo afectivo, de lo espiritual, de las cosas que de manera indeleble se quedan grabadas en la mente.

Es en este sentido que quiero rendir mi homenaje a los maestros ecuatorianos, a quienes dejan su vida en las aulas, a quienes se sienten identificados con los triunfos y fracasos de sus alumnos, a quienes no contemplan impávidos como transcurre la vida, sino que se involucran y marcan la diferencia.

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

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