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DOS PAÍSES

El Tiempo

7 de enero de 2014

 

Dos noticias internacionales, de entre las muchas que se generan, han llamado mi atención durante estos últimos días: Una, la liberación por parte del gobierno cubano para la posibilidad de que sus ciudadanos compren automóviles, pero al mismo tiempo los precios absurdos y prohibitivos en que se quieren vender; la otra noticia es la muerte de un ex jerarca de Corea del Norte, tío del actual líder supremo o dictador absoluto.

 

En relación a lo primero, si bien alegra el que elementos tan importantes de la vida moderna como son los automóviles, puedan ser adquiridos por los ciudadanos cubanos, por otro lado preocupan los precios astronómicos de los vehículos nuevos y usados que se ofertan, lo que hace imposible que un cubano promedio cuyo salario oscila alrededor de 16 y 20 dólares mensuales, por más que reciba remesas de sus familiares que viven en los Estados Unidos, pueda soñar siquiera con comprar uno, como lo demuestran los decepcionados comentarios de quienes se han acercado a contemplar los carros y los precios marcados.

 

Precios tan desquiciados como el de 262.000 dólares por un Peugot o un Hyundai del año 2000 por 110. 000 dólares son parte de la realidad de lo que ocurre en Cuba. Quiénes tienen realmente acceso a autos por estos precios?.

 

La otra noticia que quiero comentar, es ciertamente espeluznante, el otrora poderoso hombre fuerte del régimen Jang Song Thaek, quien fuera sentenciado a muerte por el gobierno de Kim Jong Un, según relata un medio de comunicación vinculado al partido comunista chino, fue desnudado y arrojado vivo a una jauría de 120 perros hambrientos, que destrozaron al reo.

 

Aparentemente también, la ejecución de la pena fue contemplada por más de una hora, por el dictador y sobrino de la víctima, y sus colaboradores más cercanos.

 

Qué tipo de gobierno comete semejantes insensateces? Uno en el que las libertades han sido totalmente conculcadas y se hace solo lo que decide el dictador, el líder de turno, quien posee todas las facultades y cuyos actos no se discuten, so pena de sufrir los peores castigos que podamos imaginar.

 

Parece fruto de una febril imaginación el concebir un tipo de pena tan salvaje para un ser humano, al margen de cuáles hayan sido los delitos cometidos.

 

Las dos situaciones que he descrito, la una relacionada con el ejercicio de actos de comercio, con la economía, y la otra con los derechos humanos, ponen de relieve una conclusión, son decisiones y actos que se cometen al amparo del ejercicio de un poder omnímodo, los dos países quedan como rezago de lo que fueron los regímenes comunistas existentes antes del derrumbe del muro de Berlín por un lado y la desintegración del imperio de los soviets por el otro. Creo que no es difícil sacar conclusiones respecto de lo que la falta de libertades y el poder absoluto pueden hacer con los países y con sus habitantes.

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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