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Debo confesar que he seguido con entusiasmo, tanto la carrera electoral como el resultado de las elecciones en el Brasil, país que me acogió y que guardo con cariño en el corazón.

 

La reciente elección de Dilma Rousseff, la primera mujer que llega a la presidencia de ese gran país, no puede menos que despertar interés, y más aún cuando su inmediato antecesor se retira del poder con unos índices enormes de aceptación ciudadana, y que encaminó los destinos del Brasil de tal manera que aparece como una de las más expectantes economías en el mundo, sin dejar por ello de resaltar el que la atención a los sectores sociales menos favorecidos ha ocupado un muy importante lugar en la agenda gubernamental.

 

Pero, aunque todos estos temas enunciados nos parecen extremadamente importantes, quiero en este artículo referirme más bien a unas recientes declaraciones de la flamante presidenta, cuando alguien le pregunta sobre la libertad de expresión y ella manifiesta que "...prefiere el ruido que ocasiona la prensa al silencio de las dictaduras...".

 

Estas expresiones me llenan de optimismo por el gran país latinoamericano, y debo manifestar mi coincidencia total con lo manifestado por Dilma Rousseff, que no se ha quedado en medias tintas, y que además habla con el conocimiento de una persona a quien le ha tocado vivir y sufrir lo que significa un régimen dictatorial.

 

Efectivamente, por más que la prensa, los medios de comunicación en general, pueden cometer y de hecho han cometido excesos, sin embargo nadie puede negar el papel fundamental que tienen en la defensa de los valores, en el develamiento de la corrupción, en el señalamiento de los abusos de poder: por ello es que los medios de comunicación se vuelven tan incómodos para los gobiernos totalitarios, sean estos de derecha o de izquierda, y por eso se trata de opacarlos y hasta de silenciarlos.

 

Los regímenes dictatoriales son muy poco amigos de la prensa libre, piensan más bien en como maniatarla, en como sujetarla a una serie de normas y de reglamentos, que casi imposibiliten su supervivencia: por ello es menester el defender a los medios de comunicación como verdaderos guardianes de la libertad y de la democracia, cuidando de que no se pongan serviles frente a las autoridades de turno, y menos aún que tengan una voz única como piezas de los engranajes del estado, o de un gobierno determinado.

 

Por ello destacamos las palabras de la recientemente posesionada presidenta del Brasil, también nosotros preferimos el ruido de la prensa y no el silencio de las dictaduras.

 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

DILMA Y EL RUIDO...

La Hora

13 de enero de 2011

 

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