CONOCÍ A MIGUEL DE LA QUADRA-SALCEDO
El Tiempo
Mayo de 2016
Allá por el año 92, casi al inicio de mi gestión en la Subsecretaría de Cultura del Ecuador, conocí a este personaje extravagante, siempre calzado con botas de cuero, con un traje de explorador a prueba de todo y sus imperturbables mostachos, hablando de sus aventuras, buscando nuevas, fantasioso y alegre, con ganas de comerse al mundo en cada zancada, pero sobre todo obsesionado por abrirles los ojos a cientos, a miles de jóvenes, a quienes participaban en calidad de "ruteros" en sus viajes anuales, aquellos que se iniciaron como un recordatorio del descubrimiento de América, con el nombre de Aventura 92 y que luego sería la famosa ruta Quetzal, de grata recordación para los miles de participantes.
Jóvenes de entre 15 a 18 años de edad, se inscribían ansiosos por unirse a la Ruta Quetzal, por participar en ese descubrimiento conjunto de varios países de América y también de su propia España, transitando tramos de la ruta jacobea, del camino de Santiago, andando por los recovecos de Portugal y hasta por el norte de África; volviéndose ésta una experiencia vital que no podrían olvidar jamás, que encontró y descubrió vocaciones, que creó amistades inquebrantables y un amor por la aventura, por el decubrimiento de ciudades, de caminos, de selvas, de ríos.
Le ayudé en la organización de lo que serían un par de expediciones que pasaron por el Ecuador, fui testigo de su avasallador empuje, lo visité en su casa de Madrid, en un par de ocasiones, almorzamos sopa de garbanzos, cocido madrileño, me empujó a visitar Berlanga de Duero, para conocer el lugar en el que nació el legendario Fray Tomás de Berlanga, el obispo de Panamá que se cruzó en su camino con las islas Galápagos.
Me asesoró en puntos sobresalientes de la expedición que organizaríamos en el 2006, ya desde la OTCA, desde el Brasil, el camino de Orellana, viaje maravilloso por Ecuador, Perú, Colombia y Brasil, en el que embarcamos a jóvenes latinoamericanos, y que les llevó no solamente por la vía del descubrimiento de los espacios, sino también del descrubrimiento interior de lo que se es, se quiere llegar a ser, se ambiciona ser.
Miguel de la Quadra-Salcedo, deja una huella imborrable por sus calidades como deportista de élite, periodista destacado, caminante, viajero empedernido, maestro de los jóvenes, conocedor de su propio país y de esta América que tanto amó.