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CONDENADO A MUERTE...

El Tiempo

18 de mrazo de 2014

 

Siempre me he manifestado contraria a la aplicación de la pena de muerte en la legislación de los diferentes países; recuerdo que cuando estuve preparando mi graduación en la universidad Estatal de Cuenca, escogí como temática precisamente la del análisis de la pena de muerte y las implicaciones que su aplicación tiene en las sociedades.

 

Una noticia reciente, aparecida en la prensa mundial, nos trae otra vez a la mente el debate sobre la vigencia o no de la denominada pena capital.

 

Esa noticia nos refiere la dolorosa historia del afronorteamericano Glenn Ford, quien fuera condenado a muerte en el año 1984, acusándolo de ser el asesino de un joyero, en esa época Ford había realizado actividades ocasionales como jardinero para quien sería luego asesinado. En ese entonces, las evidencias fueron tales, que los jueces no vacilaron en dictar la sentencia que debía ejecutarse; en virtud de la misma, Ford permaneció en el llamado "callejón de la muerte" desde el año 1988, sin que ésta, por diversas razones, llegara a ejecutarse, a hacerse realidad, lo que habría significado una decisión irreversible.

 

El sentenciado permaneció 30 años en prisión, hasta que, nueva evidencia aportada, determinó que era y es inocente. Un tribunal de Louisiana lo declaró inocente, luego de 30 años de haber permanecido, no solamente en prisión, sino de haber vivido con la sombra de la muerte colgando sobre su cabeza.

 

Esta historia real, reciente, pone nuevamente sobre el tapete, la necesidad de revisar las legislaciones que aún quedan en el mundo y que tienen a la pena de muerte como máximo castigo para quienes delinquen.

 

Ya la prisión de por sí es extremadamente dura, pero la muerte es irreversible, el temor a una equivocación, como en el caso que relatamos, es suficiente argumento para desecharla, además de toda una serie de consideraciones que podríamos esgrimir.

 

Arrogarse un derecho que depende de la naturaleza, es sumamente grave, ojalá el caso que describimos, llame a la reflexión de quienes hacen las leyes y de quienes las ejecutan.

 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

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