ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
Los Castillos de Naipes adolecen de una debilidad intrínseca, no tienen cimientos, se bambolean con los vientos, cualquier leve empujón hace que se desbaraten por completo, se desvanecen tan rápidamente que apenas quedan vestigios de que alguna vez existieron.
La idea de los Castillos de Naipes se me viene a la mente cuando pienso en lo que está ocurriendo con algunas de las obras emblemáticas del anterior gobierno, el de la revolución ciudadana.
Así, podemos mencionar algunas de esas obras en las cuales se puso un singular empeño pero parecería ser que no se realizaron los estudios pertinentes, que se efectuaron las inversiones sin contar con el entorno ni con la realidad en la que se pretendía incidir, y eso por no mencionar el halo de corrupción que parecería cercar a mucha de las obras del socialismo del siglo XXI, como pomposamente se le denominó.
Así, las famosas escuelas del milenio, muchas de ellas sin realmente prestar el servicio al que estaban llamadas, se están dejando de lado, se habla ya de la vuelta a las escuelas comunitarias. La Universidad del Conocimiento Yachay, se sumerge en una serie de contradicciones. UNASUR amenaza con naufragar en medio de una acefalía inverosímil y el anuncio de varios de los países fundadores de abandonar el organismo intergubernamental.
El parecido con los Castillos de Naipes es innegable, lo doloroso es el costo millonario de las obras, las pérdidas que ello implica para el erario nacional y la miopía contumaz de quienes se creyeron dueños de la verdad y del país.
Lo otro que aparece con ribetes trágicos es el clima de desconcierto, de desobligo y de rabia que prima en muchos de los ciudadanos ecuatorianos, que, una vez más, ven burladas sus esperanzas y su fe.
CASTILLO DE NAIPES