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CASTIGO POR NO LLORAR

La Hora

25 de enero de 2012

 

Las noticias que se generan en otros países, en otros continentes, deben también invitarnos a la reflexión, invitarnos a pensar en los extremos a los que se puede llegar con los totalitarismos, con la falta de libertades, con la prepotencia, con el culto a la personalidad.


Lo que ahora motiva mis comentarios es lo que está ocurriendo en Corea del Norte, país gobernado por una dinastía opresora, que inclusive, ahora, luego la muerte de Kim Jong II, a quien llamaban el "querido líder", y cuando su hijo Kim Jong Un se ha sentado en el "trono", al que llega solamente por el derecho de sucesión y porque su padre lo nombró así; pues bien, el gobierno ha decidido castigar a quienes no demostraron suficiente pesar por la muerte del líder en cuestión.

Ese pesar debía mostrarse públicamente, con expresiones de llanto copioso, con genuflexiones, con rostros contorsionados por el dolor. Aparentemente y según noticias que llegan de la región, quienes no asistieron a los actos conmemorativos en memoria del "querido líder", o quienes aún asistiendo no lloraron lo suficiente, o sus lágrimas no fueron convincentes y reales, ahora serán sujetos de represalias, con destierros familiares a zonas remotas, o con internamiento en campos de trabajo.

Esto que nos parece tan lejano a nuestra realidad, tan imposible inclusive de creer, se acerca a nuestra convivencia diaria, cuando sentimos que la libertad de expresión corre riesgos reales en los países de la égida socialista del siglo XXI, o cuando el líder del momento envía a la cárcel a quienes osan manifestar su disconformidad en público con gestos o con palabras que le suenan mal a él o a sus cercanos colaboradores.

La valoración de lo que se tiene, llega sobre todo cuando se lo pierde, esa es una máxima que parece nos está llegando a los ecuatorianos de una manera bastante acelerada.

Ya lo sabemos, los coreanos que no lloraron lo suficiente a su querido líder, están enfrentando las consecuencias, ojalá nosotros no tengamos que llorar, con lágrimas reales, la evaporación de las libertades de nuestro suelo.

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

 

 

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