AÑO DE AFRODESCENDIENTES
El Tiempo
29 de febrero de 2011
La Organización de las Naciones Unidas, ha declarado a este año, es decir al 2.011, como el año dedicado a los Afrodescendientes. Estas declaratorias suelen hacerse para relievar un acontecimiento o para llamar la atención sobre sectores, personas, situaciones, que han sido muchas veces desatendidas y que a través de este mecanismo, obtienen una notoriedad y una visibilidad mayor.
Recordemos por ejemplo la declaratoria del año internacional de la mujer, o del medio ambiente, o de los niños. Esas llamadas de atención han servido para conseguir plasmar más derechos, recordarle al mundo que existen, que fueron dejados de lado, que corren peligro, etc., etc.
En este sentido, es digna de aplauso la decisión de las Naciones Unidas, de declarar a este el año de los afrodescendientes.
Los descendientes de los pueblos africanos, que llegaron a tierras americanas, lo hicieron en su mayor parte, en calidad de esclavos, fueron arrancados de sus familias, maltratados, vendidos, para engrosar la mano de obra indígena, que sufría también otros tipos de esclavitud.
La mayor fortaleza de los afros, los volvió presas codiciadas para trabajar en extenuadoras labores agrícolas, sobre todo en las zonas tropicales del continente. La liberación de la esclavitud, si bien fue un paso importante, no mejoró grandemente la situación, y todavía hoy, provincias como la de Esmeraldas, y zonas como las del Chota, siguen teniendo una situación económica deprimida, y eso sin hablar de la zona suburbana de Guayaquil en donde se han radicado los emigrantes de raza afroecuatoriana, en situaciones de pobreza y desatención.
Por todo ello, la decisión de dedicarles este año, permitirá hacer estudios más exhaustivos sobre su condición, focalizar recursos para educación, salud y bienestar social, enfrentar políticas que vayan más allá de los asistencialismos y de los bonos, para insertarles definitivamente en el desarrollo, proporcionándoles los medios adecuados para trabajos dignos y solidaridad bien entendida.
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO