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25 AÑOS DE DERECHOS

El Tiempo

13 de enero de 2015

 

Hace 25 años se firmó la Convención sobre los derechos del Niño, un acuerdo mundial, un tratado internacional de las Naciones Unidas, que recoge las inquietudes que se tenían y se tienen respecto de la condición de los niños en el mundo entero, con miras a garantizar una vida digna, un trato adecuado, alejado de la discriminación hacia los más pequeños.

Y si bien estos derechos se desprenden en buena medida de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, realizada por las Naciones Unidas, se atiende a la especificidad que representan los más pequeños, a sus especiales necesidades y protección.


Un aspecto importante que se recoge en los 40 artículos que contiene tal declaración, es la preocupación por la no discriminación por conceptos étnicos y religiosos, así como por el sexo y por las condiciones económicas.

Han pasado 25 años desde esta declaración, acogida por la mayor parte de los países en el globo, pero vemos que los avances han sido más bien magros si comparamos la realidad de los niños, niñas y adolescentes en las diversas regiones del  mundo, en donde se agrede a los más pequeños, en donde el tráfico de menores es una dolorosa realidad; las redes de pornografía, de mal trato a los niños, se nutren de otros delitos como el secuestro, la venta de niños, la dura situación económica en la que muchos de ellos se debaten.

Los recientes hechos ocurridos en países en donde el fundamentalismo islámico y de otros sectores, se ha hecho presente, revelan como se prohibe a las  niñas el atender a clases en las escuelas, se obliga a matrimonios pactados entre los padres, se mutila a las niñas como parte de una costumbre sangrienta y peligrosa para la vida misma de las pequeñas.

En fin, la vida de la reciente premio nobel de la paz, Malala, es una demostración de como se siguen violentando los derechos de los niños y especialmente de las niñas.

Las guerras tienen como principales víctimas a los niños, a quienes se despoja de sus hogares, se les aleja de sus seres queridos, se les obliga a prostituirse, a empuñar las armas, se les impide ejercer el derecho a la educación, a una alimentación digna, a un trato amoroso.

En fin, si bien celebramos avances en cuanto a la literatura, en cuanto a las intenciones y declaraciones, el mundo dista mucho de haber conseguido un trato justo para los más pequeños y es deber de nosotros los adultos, el ayudar a una efectiva cristalización de estos derechos.
 

 

 

ROSALÍA ARTEAGA SERRANO.

 

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